A menudo solemos hablar de estrés y ansiedad indistintamente. Tendemos a confundirlos porque tienen reacciones comunes, ambos producen una alta activación fisiológica.

El estrés es un mecanismo normal que nos ayuda a adaptarnos a circunstancias externas que vivimos como desafiantes o amenazantes. Por ejemplo, un cambio de responsabilidad en el trabajo, un cambio de vivienda, un embarazo  o una enfermedad física,  entre otras muchas. Todos estos ejemplos son situaciones que pueden generar estrés porque implican poner en marcha nuestros propios recursos para adaptarnos a estos cambios. Es por eso que las personas con mayor capacidad de adaptación gestionan mejor el estrés.

La ansiedad es una reacción emocional de alerta ante una amenaza. Digamos que dentro del proceso de cambios que implica una situación de estrés, la ansiedad es la reacción emocional más frecuente.

Por eso a menudo aparecen de la mano, porque cuando nos encontramos en una situación de estrés es porque aparecen cambios en nuestra vida que se pueden percibir como amenazas, peligros o incertidumbres y eso activa la ansiedad.

Por lo tanto el estrés es un proceso más amplio de adaptación a una nueva circunstancia. Es necesario para que la persona responda adecuadamente a los retos y a los cambios de la vida diaria. Es lo que se conoce como estrés positivo.

En un primer momento esta reacción de estrés es positiva pero cuando se prolonga o intensifica en el tiempo puede afectar a la salud, las relaciones personales y el propio rendimiento.

Un estrés negativo puede desencadenarse si percibimos que la demanda de la situación nueva sobrepasa nuestros propios recursos. La capacidad de cada persona para afrontar estas situaciones puede ser más determinante para padecer un estrés negativo que la situación en sí misma. Es decir, hay personas que con situaciones no muy estresantes pueden padecer estrés negativo más fácilmente que otras. Del mismo modo que personas ante un acontecimiento muy estresante pueden adaptarse con éxito y manejar bien el estrés.

¿Cuáles son las señales que nos ayudan a identificar el  estrés?

  • Emociones: ansiedad, miedo, irritabilidad, confusión.
  • Pensamientos: dificultad para concentrarse, pensamientos repetitivos, excesiva autocrítica, olvidos, preocupación por el futuro….
  • Conductas: dificultades en el habla, risa nerviosa, trato brusco en las relaciones sociales, llanto, apretar las mandíbulas, aumento del consumo de tabaco, alcohol…
  • Cambios físicos: músculos contraídos, dolor de cabeza, problemas de espalda o cuello, malestar estomacal, fatiga, infecciones, palpitaciones y respiración agitada…

¿Qué podemos hacer para gestionar las situaciones de estrés?

Debido al ritmo de vida que todos llevamos y a la exigencia de nuestras responsabilidades, tanto laborales como familiares, acostumbramos a llevar un cierto nivel de estrés continuo.

Es importante tomar consciencia de este nivel de estrés ya que a no ser que viajemos a una isla desierta no va a desaparecer del todo. Tampoco debería eliminarse del todo porque gracias al estrés nos activamos y llevamos a cabo muchas actividades que queremos durante el día.

Sin embargo, el problema aparece cuando el estrés deja de ser adaptativo y se convierte en una losa pesada que empieza a pasar factura a nuestra salud física y mental, y por lo tanto a nuestro bienestar y equilibrio emocional.

En estos casos, debemos pararnos e intentar hacer una lectura de la situación. El estrés negativo es como un sistema de alerta que nos está diciendo que algo no va bien.

Por lo tanto, el primer paso es  identificar que es lo que nos preocupa porque seguramente eso sea lo que nos está sobrepasando y donde sentimos que no tenemos recursos.

El siguiente paso es establecer prioridades, es decir, no se puede llegar a todo y tendremos que hacer alguna renuncia. A la hora de establecer las prioridades es mejor dejar de lado aquello que no depende de ti, es decir, lo que tú no puedas cambiar. Eso solo te desgasta y aumenta tu percepción de estrés porque por más que busques no depende de tus recursos.

Revisa tú día a día y pregúntate si tienes calidad de vida. Si solamente vives con obligaciones y responsabilidades no es suficiente. Debemos encontrar la manera de vivir bien.

Y por último, y aunque suene a tópico, disfruta del aquí y ahora, vive el presente. Encuentra momentos para disfrutar, sal a la calle, pasea, un rato de lectura, una charla con alguien. Busca pequeños momentos y pequeñas cosas que te den respiros en el día a día y que te permitan disfrutar y conectar con el presente.

Para gestionar bien el estrés es necesario poder disfrutar de las pequeñas cosas y sobretodo priorizarte a ti mismo. ¡Decide vivir mejor!

 

Si tienes alguna duda y quieres hacer una consulta, puedes hacerlo enviando un mail a info@beatrizcanales.com.

 

Beatriz Canales

Psicóloga Clínica y de la Salud. Col. 14938

www.beatrizcanales.com